sábado, 12 de julio de 2008

VACACIONES

Estaban los tres de vacaciones y eran aquellos tiempos en que la familia aún decidía unirse en los momentos de relajación. Los dos hermanos y la novia de él se iban a pasear cerca de las rocas de la playa. Los dejaban ir solos. En algún momento llegaron a subirse a la cima de una gran roca, allí el mar chocaba con estrépito y el ruido los envolvía en un estado un poco mágico y atemporal, les hacía sentir parte de un todo mayor a lo que alcanzaban a comprender. En mitad de las chispas de sal y el ruido, algunos huecos de la gran roca expiraban agua a toda presión cuando el oleaje se estampaba contra la montaña. Primero se sentaba uno, luego el otro y su novia, y los tres esperaban el momento en que el agua llegaría para hacer los saltar unos metros en el aire y abandonarlos en la caída.

viernes, 11 de julio de 2008

NADA

La otra noche Armando se quedó un buen rato pegado al marco de la puerta de mi habitación. Mientras yo me quitaba los tenis y las medias calcetín. Como Armando seguía ahí, me detuve. Lo miré. Él seguí ahí, mirándome como si eso fuera lo más natural del mundo. No me refiero a que fuera anti-natural, sólo que la lógica apuntaba a que yo me iba a ir a dormir y Armando, o tenía algo que decirme y me lo decía, o también hubiera tenido que irse a dormir. Pero seguía en el marco de la puerta.
-¿Qué?
Armando movió la cabeza de manera ambigua. Quería decir: Nada.
Y no se movió.
Finalmente le dije que yo me iba a ir a dormir.
-¿Me echas?
-Sí –le sonreí.
Nos despedimos y él se fue.
Luego me quedé un buen rato tirada en la cama, aún sin desvestirme. Ya no podía estar segura de que Armando me quisiera decir algo. Nuestra confianza ha llegado a un punto en que tal vez era eso. Quiero decir, que tal vez el Nada era realmente eso. Que Armando no tenía nada que decirme y tampoco tenía sueño, que se había quedado en el marco a lo mejor pensando cualquier otra cosa que nada tenía que ver conmigo.
Pero igualmente dudaba. Si tenía algo que decirme… ¿Por qué no lo había hecho? Armando podía decirme cualquier cosa, yo era la única a la que Armando podía decir cualquier cosa y esa noche no me lo dijo.

MOLESTIAS APARTE

Tenía 26 años y estaba frente al espejo cuando decidí empezar a escribir esto.
La grieta de uno de mis dientes frontales se había ensanchado a niveles insoportables, estéticamente hablando, odiaba a mi dentista que años antes me había cobrado la cantidad de 1200 euros por ese diente postizo que nunca llegó a encajar como debiera haberlo hecho.
Por muy estúpido que pueda parecerle a cualquiera que pretenda tener dos dedos de frente y crea en todo eso del aspecto interior y la belleza del alma… el día que me rompieron el diente frontal cambió algo en mi vida.
Yo tenía 14 años y gozaba de mi primera acampada con las amigas. No habíamos ido muy lejos, cerca de la casa de campo de Txell había una explanada de hierba débil y corta, lo suficientemente grande como para dar cobijo a nuestras dos tiendas de campaña y los demás trastos que llevábamos, a saber; un fogón para cocinar, una nevera donde estaba la comida y la bebida, un tapperware donde habíamos guardado el tabaco y la marihuana y algunos cazos y sartenes para cocinar.
La verdad es que yo no conocía en profundidad a ninguna de las chicas que estaba conmigo, tampoco consigo recordar por qué me invitaron a mi a formar parte de esa acampada que parecía ser un ritual anual.
Supongo que yo a mi vez acepté porque me pareció una opción divertida, y porque parecían un grupo de chicas “guay”. Ahora con el tiempo me doy cuenta que seguramente yo también les debí parecer “guay” a ellas y que invitarme sin apenas conocerme, fue algo así como una revelación que yo nunca llegué a captar, algo como decirme “eres una chica cool”, cuando lo pienso, siento que debí ser una especie de vaquera solitaria con aspecto de ser mala. Se equivocaban en el 50%, yo nunca fui mala.

La cuestión es que pasamos tres días sin movernos de ese lugar, bueno a decir verdad, uno de los días subimos a un monte que había cerca. La cima no era nada bonita o tal vez no me lo pareció porque habíamos caminado durante 3 horas cuesta arriba para llegar a un montículo pequeño desde el que se veían más copas de árboles y algún punto de color y forma disonante (una casa) a lo lejos. Nada espectacular, algo totalmente previsible. Pero bueno, al fin y al cabo, por unas horas contrarrestamos de alguna manera el sedentarismo y humo de cada día.

Recuerdo el momento, no recuerdo en que día fue ni a que hora. Estábamos bajo el toldo de una de las tiendas, yo estaba de pie haciendo no sé que, y Dolors estaba arrodillada unos centímetros delante de mi. Había más chicas, pero no consigo visualizar quienes eran. Dolors se levantó de golpe y su cabeza se incrustó en mi boca, concretamente en uno de mis dientes frontales. Me separé de ella con dolor, inmediatamente puse mi mano en mi boca, sabía que el diente se había roto. Durante unos minutos permanecí retorciéndome de dolor, por su parte Dolors también se retorció, pero a mi me importaba un carajo. Cuando finalmente fui capaz de retirar la mano, me sorprendió que el diente no estuviera entre mis dedos. Entonces me toqué y estaba en su lugar, pero a pesar de las evidencias, yo sabía que se había roto. Yo siempre noto cuando algo en mi cuerpo se muere o se separa, y ese diente ya no estaba allí como siempre lo había estado. Me atreví a palpar el diente con más seguridad y lo empujé de delante hacia atrás, se movió con una facilidad sospechosa y dentro de mis encías noté el roce de dos partes del diente que se habían separado.
Mientras tanto tenía a mi alrededor a todo el grupo, ellas se empeñaban en decir que no pasaba nada, que todo estaba normal, se lo dije un par de veces, pero cuando me di cuenta que su pensamiento se apoyaba totalmente en la prueba empírica de que el diente aún estaba ahí, dejé de decírselo. Tampoco iba a servir de mucho. Por mi parte podía haber odiado a Dolors por todo lo que ese diente iba a representar para mí, pero no pude hacerlo. Y no pude porque era Dolors.
Dolors era de nuestra edad e iba a nuestro instituto, siempre me pareció una chica justa y buena persona. De su trágica historia había oído esbozos, pero ella nunca hablaba de ello. Hasta esa noche después de haberme roto el diente. El padre de Dolors había muerto de cáncer 2 años antes, una rápida metástasis lo llevó a la tumba dos meses después de la noticia del médico. Hasta aquí seria una historia trágica soportable, pero la de Dolors llegó más lejos, era una de aquellas historias de las que nunca se puede salir del todo. Su madre, ya antes de la muerte de su marido, había empezado a manifestar los síntomas de la esquizofrenia, después de la muerte su estado empeoró, y la enfermedad se desarrollo con toda libertad. En cuestión de meses, Dolors había perdido a su padre y, en cierta manera, también había perdido a su madre. Además, tenía una hermana mayor que avasallada por la desgracia familiar no supo dar el salto a la nueva realidad que se le presentaba, y a su vez desarrolló depresión asaltada por momentos de rabia intensa. Esa era la realidad de Dolors. ¿Cómo odiarla? El diente me costaría a mi 1200 euros y 3 años de tratamiento, cirugía, dolor y mal aspecto, pero la vida de Dolors ya estaba destrozada desde mucho antes y hasta mucho después.
Y mi familia era normal, o eso parecía.
Pero, ¿Por qué cambió el diente mi vida? Porque hasta ese momento yo no había sido consciente de la perfección de mi belleza, y con eso no quiero decir que deba ser miss universo o algo parecido, trato de llamar “la perfección de mi belleza” a esos rasgos particulares que me proporcionan una belleza determinada y peculiar, no al gusto de todos, no soy una belleza de esas que solo negaría una novia celosa, soy más bien algo peculiar y atractivo en su conjunto. Pero solo fui del todo consciente una vez que se produjo el accidente del diente. Y descubrir que a los catorce años acababa de perder mi perfección, por Dios! Yo aún tenía que conocer a mil hombres… y esa grieta no iba a borrarse. Todo lo contrario, iba a aumentar con lo años y el tabaco.

Ahora con los años, existe una evidente separación entre ese diente y el resto de dientes, además si me río sin control el labio superior deja ver la casi totalidad del diente, ya que la encía nunca llegó a bajar. Es un estorbo y me hace sentir fea. Ese diente, es algo que me arrebataron injustamente, pero que nunca pude reclamar. Es el recuerdo constante de Dolors y su familia. De la destrucción precipitada de mi boca y en cierta manera, el símbolo de la condena a parecer una roquera envejecida precipitadamente. Ese diente es la constancia de la perpetuidad de las marcas, la memoria de las grietas. Cuando somos pequeños tenemos la sensación que todas las heridas se curan, que después de cada golpe volvemos a ser los mismos. Pero cuando la rotura del diente se estableció en mi fisonomía, vino a decirme que algunas heridas nunca se van y que algunos hechos son irreversibles.

jueves, 10 de julio de 2008

LA AMANTE

¿Quién le has dicho que soy?
Que soy tu amiga de la infancia, una compañera del trabajo, un personaje de tus soledades… Dime, ¿en quién me has convertido?
Pero yo sé lo que soy:
Soy el reverso de tu moneda.
Soy el cigarro que se cae al suelo escurriéndose de entre tus dedos mientras la miras a ella pero te acuerdas de mí.
Soy la mirada perdida.
Soy lo que a ella no vas a hacerle.
Soy tus pensamientos bajo la ducha de la mañana, los suspiros que acompañan tus cafés.
Tu gesto perdido tras mi último paso antes de la esquina.
Voy a ser tu deseo irreverente que no se apaga sobre otra.
Me voy a convertir en la desidia de tus días, en tu mal humor de las mañanas.

¿RUINAS?

La inmensidad oceánica de esta vista, de esta perspectiva aérea.
Monumentos de un tiempo que se me antoja demasiado estable e inamovible.
Es la intuición de una pérdida, el vestigio solitario y melancólico de algo que es mágico, pero que antaño fue mágico e importante, presente y compartido, transportado por este aire que corre libre entre monumentos sobrehumanos.

ESOS DÍAS EXTRAÑOS

Hice el amor a solas mientras sobre mi cabeza dos nubes de tempestad se unían.
Cuando abrí los ojos estaban juntas; y tuve la sensación que la lluvia ya había empezado y faltaba poco para que las primeras gotas llegaran hasta nosotros.
Recliné un poquito más la cabeza en la almohada; la luz que entraba por la ventana era precoz y resentida, y ya no nos iba a dejar ver los colores de la tarde, nos iba a precipitar en lenta y efectiva agonía hacia la rehuida noche de domingo.

CAFÉ MEXICANO

Se sentó a contemplar el sol llenándole la taza de café caliente. Dejó que los rayos le calentaran la espalda mientras observaba la estancia; estaba llena de cosas que no le pertenecían y de las cuales desconocía su pasado, eran simples objetos. Por la ventana se veían las copas de las palmeras; si decidía levantarse vería la ciudad despertar. Pero sólo si conseguía decidir, y estaba demasiado aturdida para decidir. Agarró el café con fuerza y esperó que alguien apareciera abriendo la puerta de la estancia y la sacara de su letargo.

TRAYECTO HACIA EL AEROPUERTO

Miró sus zapatos reflejados en el cristal de la ventana. Cuando el tren no se movía aparecían más nítidos y consistentes. En cambio, durante el trayecto la imagen perdía fuerza. Parecía como si los zapatos reflejados tuvieran miedo a perderse en algún momento del recorrido, y para poder continuar el viaje se fundieran con el verdadero paisaje tras el cristal, utilizando toda su energía en alcanzar la velocidad necesaria para no despegarse de su reflejo y llegar a la próxima estación.
Pensó que así era la vida, que a veces estábamos dentro del tren con la próxima estación cómodamente asegurada; y a veces estábamos fuera, corriendo tras aquello que queremos asegurar.

OTRA VEZ

El final de las cosas.
De los planes que haces.
De los plazos que compras.
De las relaciones que tienes.
El final de una época.
Otra vez. Otra vez. Otra vez.
Siento el peso del tiempo sobre mis pensamientos que caen como frutas maduras a cada hora.

NO SÉ POR QUÉ

Me observas en cada rincón de la casa. No sé por qué.
Me sigues del comedor a la cocina; y en la cocina, te esperas conmigo. Observándome. No sé por qué.
No consigo saber por qué me abrazas cuando de repente te levantas de la silla.
Te miro y pienso que la lógica no existe para describir la pregunta. ¿Por qué tiene que haber en esos gestos un por qué?
¿Los enamorados se preguntan por qué?
No. Los enamorados se quieren.

PARIAS

Parias. Todos somos parias huyendo de la soledad.
Persiguiendo a otros para ser pares. Intentando quebrar la unidad.

LA DULCE ESPERA

Esperando que todo salga según lo previsto.
Deseando el futuro que imaginamos.
Empezando con gerundios cada frase.
Porque no hay estados temporales medibles; excepto éste, el de esperar.
Nadie puede permanecer en el pasado, ni en el presente inexistente, menos aún en el futuro.
Pero todos podemos esperar.

LAS FOTOS DE LOS PASADOS EN LOS QUE NO ESTUVIMOS

¿Sabes qué perturba mi mente en este momento?
Esos brazos desnudos en la foto de cuando aún eras niño pero te quedaba poco para convertirte en hombre. La silueta redondeada de tus brazos cayendo, una y dos veces contorneada.
Qué gracia me hace tu actitud de indefensión pueril. No sé si sabes, si tú eres consciente de lo que tu figura desprende en esa fotografía. Eres un encanto hermoso e irresistible que perturba la mente de quien lo observa. Conviertes al inocente en pecador.

GENERACIÓN TRAS GENERACIÓN

Incomprensible como una mosca.
Inércica como una abeja.
Temeraria como la araña, que siempre orgullosa y desafiante acaba por morir aplastada.
Generación tras generación.

DESEOS CONVENIDOS

Estoy sentada en la mesa desde donde un día te escribí. En aquella ocasión te hablé de mis emociones al volver a esta ciudad que me ha visto crecer. En aquellos días creía (creíamos) en un futuro común. Lo creía aunque por esas fechas ya sabía que nuestro futuro nunca llegaría a ser. Qué extraño… Lo sabía pero lo seguía creyendo, con toda mi ilusión, pero nunca pude engañarme.
Y este escrito, desde esta mesa, iluminado por el atardecer naranja y escrito por mi boli de punta torcida pero sincera, es la prueba.
Ahora miro por la ventana que deja que mi vista llegue hasta la plaza donde la gente pasea su tiempo por esta tarde dorada; y temo y deseo verte pasar. Da igual si tú no me ves. Sólo quiero verte pasar y adivinar (con una sola mirada lo sabré) cómo estás. ¿Cómo estás?

YORUGUA

Me miro en tus ojos chiquitos, permanentemente semi-cerrados. Siempre atentos, siempre despiertos.
Y miro y miro, y aunque no quiero, siempre encuentro lo mismo. Y se hace insoportablemente hermoso ese instante en que disfruto tanto de encontrarme contigo.
Mirándote otra vez, te despido ahora, unos metros más lejano, con tu pelo desigual girando la esquina de mi casa. Y ahí podría quedarme, esperando verte volver. Deshacer la esquina para llegar a tu lugar de antes y decirme que no me dejas ir, que te vuelva a mirar a los ojos; así, así, de esa forma.
Pero no lo voy a hacer.
Porque ya subí las escaleras, entré en casa y cerré la puerta. Para que no puedas entrar; pero sobretodo, para que yo no pueda salir.

TODO HABLA

Estoy en el tren, miro por la ventana y veo las luces de las casas que se convierten en estrellas fugaces.
Me están hablando de lo cortas que son nuestras vidas.
De lo pequeños que somos. De la insignificancia.
El tiempo es relativo, pero la vida siempre será corta.
Inevitablemente, al guerrero también lo demuestran las circunstancias.

CÓMO EVITARLA

En el autobús un cochecito de bebé cayó al suelo a causa del balanceo. Todas las mamás del autobús coincidieron en una alarma unánime, a pesar que el cochecito estaba visiblemente vacío.
Minutos después del incidente, algunas de ellas seguían mirando al cochecito, cerciorándose del bienestar de la criatura.

PLUS QUAN PERFECTO

Me quedé sentada en la cama esperando que volvieras.
Sentada en mitad de arrugas blancas, esperando oír la puerta moverse; oír tus pasos acercándose, el fregar de tu ropa.
Cerré los ojos imaginándote entrar y cogerme por la espalda. Apretarme fuerte; dejando que el aire saliera ruidosamente por tu boca cerrada, en un suspiro que decía mi nombre.
Y mientras imaginaba todo esto, en un imperfecto absoluto, tú volabas en otra dirección, cruzabas el cielo sentado en una butaca azul, apoyando tu cabeza en la ventana. Tal vez imaginándome sentada en mitad de arrugas blancas, y tú entrando por la puerta hacia mí, los dos plegando espacio y tiempo, alargando la línea que separa dos puntos que se alejan en direcciones opuestas.

ENVIDIA SANA

Cuando me fui había otra en la puerta con mi nombre. No era igual, pero también tenía derecho sobre el mismo nombre. Me entraron unos absurdos celos de originalidad.
Pensé que tal vez ahora él la miraría con simpatía cada vez que pasara por esa puerta. Un simpatía melancólica, una coincidencia del destino.
Yo sólo la vi una vez. Y ya siempre me quedé pensando en eso.
Imaginaba si ella aún estaría allí en la puerta, y él pasaría, y sin poder evitarlo le dedicaría un saludo especial; claro, estaría pensando en mí. Todo por ese nombre puesto ahí, clavado en el tiempo.

LA XICRA

Las dos tazas vacías.
El vaso medio lleno.
El plato.
El cenicero lleno de colillas.
La carta repleta de precios.
El servilletero.
La ausencia, el tiempo dejándose ver en los objetos olvidados en la inmediatez.
Marcas en la mesa. Ellas forman parte de algo más antiguo y duradero: la historia; son el desencadenante de la futura elucubración.

HABITACIÓN DE BARCELONA

Tengo la mesita de noche llena de flores secas.
De manos que apagan la luz o de manos que buscan a oscuras.
De pensamientos olvidados, de sueños rotos por despertadores irreverentes.
De golpecitos en la muñeca.
De objetos de última hora.
De suspiros a solas o acompañada.
De conversaciones conmigo misma.
De caladas profundas.
De miradas ausentes.
De recuerdos a altas horas.
De paraísos e infiernos.
De limbo. De mucho limbo.

LA SAGRADA FAMILIA

Le han pedido que les haga una foto delante de la Sagrada Familia.
Él justo pasaba por delante cuando el padre le pidió el retrato de familia.
Ha cogido la cámara con inseguridad y al mirar por el visor se ha dado cuenta de la estampa y se ha puesto triste. Ha visto la familia que no tiene, que dejó de tener para cumplir los sueños en este nuevo sitio.
Pero ahora que está aquí ha dejado de soñar y por las noches ya no se acuerda de por qué vino, ya no se acuerda de por qué está.

REGALO DE CUMPLEAÑOS

Les he visto subir por las ramblas con una jaula en la mano y el pájaro dentro.
Eran felices.
Habían comprado una vida y eran felices.
Seguramente un regalo de cumpleaños.
Regalar una vida. Una porción de libertad.
Seguramente creían que el pájaro también era feliz. Que estaba contento. Incluso, curiosamente lo parecía, tenía júbilo.
Cómo mentimos, desde la más tierna infancia.

PANTALONES DE TERGAL AZUL

La nostalgia son hombres con pantalones de tergal azul doblados por la cintura sobre sus pequeños terrenos arados cerca del pueblo.
La nostalgia son casas cuadradas y feas entre malas hierbas bien alimentadas.
La nostalgia tiene frío y nunca está despierta antes de mediodía. Sólo es capaz de ver cielos grises y serenos sobre planos verdes o marrones. Y por las tardes se hecha la siesta en los patios traseros, vacíos, húmedos y silenciosos de las casas mal acabadas.

YO NO HICE NADA

Qué ridículo me resulta este mundo a veces. Actos y consecuencias no tienen la misma talla ni calzan el mismo número.
Nos empeñamos en responsabilizarnos de nuestros actos, pero ellos carecen de la verdadera importancia; porque las consecuencias son hijas bastardas fuera de toda ley moral.

CAÍDA

No puedo parar de imaginarnos ayer recostados en la barandilla de la terraza. Hablando de futilidades, y yo jugando con la vara más alta, la que marca la diferencia entre el vacío y luego el pavimento.
Y me caigo una y otra vez. Me caigo de la terraza de la Cibeles. Me caigo en un gesto tan absurdo como verdaderamente peligroso; tan realmente peligroso que tengo la sensación de haber caído.
Esa imagen es tan vívida cada vez, que logra asustarme pensar en esa fantasía y me hace reflexionar sobre por qué me caigo, por qué tantas veces, por qué cuando estamos hablando, mientras hablo contigo.
Tengo una inteligible explicación tan certera que prefiero no llegar a ella. Porque, ¿de qué me serviría parar la caída si soy yo quien se quiere tirar?

REZO

Nunca pedí por nada. Jamás supe lo que era esperar la voluntad divina. Pero esa noche comprendí qué sienten los demás cuando rezan. Esa pasividad mortecina, el deseo acallado que clama a voz en grito lo que anhela, pero por lo que no puede luchar.
Experimenté todos los estados en las horas tiranas que pasaban sin darme lo que yo quería.
Quiero comprender por qué los tejidos se urden así… ya sé, eso sólo lo comprenderé más adelante, cuando esta ansiedad ya no tenga razón de ser.
Mientras tanto, sólo me queda pasar esta noche como lo hacen las gatas en celo, pero desde la cama y en silencio.

PERDERSE

En ese momento yo me moría por ser una de esas almas vacilantes y heridas de la gran ciudad. Una más de esas luces artificiales que se movían parpadeantes o fugaces.
Yo quería estar entre esa multitud paria y sin rumbo.
Quería oler el asfalto mojado, dejar resbalar mi vista por él hasta perderme en un callejón sin salida donde todos mis miedos pudieran pasear en la oscuridad.
Y dejar que mi figura se esfumara al final de la calle, con el abrigo ondeante y las manos en cruz. Siempre dejándome perder, pero siempre esperando ser vista

19

Aquí estoy, carne de mosquito rostizada por el sol. El plato del buen turista, ese que nunca pasa de moda, que podría ser la eterna canción del verano.
Sentada en la fatal y adictiva posición de reposo, en la terraza que da a las vistas de las playas de este lugar, y que está delante de la puerta que esconde el secreto que me ha traído hasta aquí: 19.
Poco viento y mucho sudor en mi cara quemada.
Me siento dentro de un cuadro colorido y pausado, casi detenido, me siento como en una película de Bertolucci.
Es ya casi la hora vespertina, el hambre está despierta y aleja el miedo de las noches sinceras.
En la noche pasearemos de vuelta a la temporal guarida; a la habitación de hotel que no tiene ninguna culpa, pero se las quedará todas cuando nos vayamos.
Una vez de vuelta aquí, allí (casi puedo presumir de ambos tiempos). Tocarnos va a desvelar en lo que se han convertido nuestros sentimientos; tu mano descubrirá mi sequía emocional y mi boca paliará el sonido monstruoso de tus lágrimas bajando.
Yo te miro.
Tú me miras.
Detrás de nosotros los edificios avanzan como si fueran ellos los que van en coche.
Y nosotros atorados.
Y tú preguntas: ¿Qué?
Y yo contesto: Nada

PLEGARIA

Este sábado que parece domingo, está lleno de canciones melancólicas, de clavos en la pared para cuadros que nunca se colgaron.
Los pasos en el suelo de madera mueven las plantas de casa y fuera las hojas ondeantes de las palmeras hacen el resto.
Después de pláticas puntuadas por silencios tranquilos, nuestros cuerpos mohosos por la trasnochada se hunden en el sofá. Y poco a poco el naranja de la tarde da vida a las paredes de este comedor.
Intento pensar; aunque parece que hoy mi cerebro ha cedido el comando al corazón, y ya sólo puedo recordar extraños recuerdos que nunca han sido, que me son impropios.
Y si supiera, alzaría una plegaria, le pediría a algo, a alguien… a todo:
Que las lágrimas no dejen de correr, abajo y abajo, lenta y calurosamente, hasta que su sal nos queme la lengua.
Mientras, Godot olvida; porque él no recuerda, y por tanto no revive.
El silencio después de las promesas, la peor mentira que se pueda sufrir. El engaño más lastimoso.
Pero ni tan siquiera la rabia de sentirse idiota supera ese último deseo;
la condena de la ilusión.

NUNCA TE VAS DEL TODO

Esa mañana se despertó porque algo la estaba molestando.
Bajo su montón desordenado de sábanas y mantas sentía que había algo extraño en su pie. Aún en letargo arrulló sus dos pies hacia arriba para acercarlos a las manos.
Estaba enrollado en el dedo gordo de su pie derecho. Un poco más despierta apartó la montaña de ropa para descubrir sus pies. Alzó el derecho y no tardó ni un segundo en reconocerlo: un cabello de unos 50 cms, asustado, castaño de brillo rojizo, estaba enrollado en su dedo gordo; con su cola colgando en el vacío, más vacío que nunca, de su habitación.
Primero, una sonrisa amable; luego, una petrificación marmórea. Qué injusto despertarse así. Hacía ya tres días que no sabía nada de él y ahora sus recuerdos venían para enroscarse en su memoria.
Se quitó el pelo y lo tiró al suelo. Devolvió sus pies al calor del subsuelo de algodón. Y ya no pudo dormir más.
—Y entonces, ¿por qué estoy aquí? —pensó Dalila.

—Y entonces, ¿por qué estoy aquí? —pensó Sansón.

Y sus pensamientos se cruzaron en el aire, sin tocarse; sólo y tal vez, moviendo los átomos de una pequeña porción de espacio inconcebible.

NADA FAMILIAR

¿Por qué me empeño en desbaratar las sábanas de esta cama llena de historia, llena de años de otra?
Me parece que veo su alma abandonada y perdida, sobre todo eso, perdido.
Todo ese tiempo que llenar de ausencias, todo ese espacio para llenar de nada. Las fotos que se empeña en colgar como si fueran a suplir el espacio de sus hijos.
Y me veo a mí, llegando a extasiarlo, embobando la dirección de su mirada. No sabe cómo tratarme porque estoy demasiado cerca, demasiado de verdad y sin esperarme. Me meto en su intimidad y sin que él se dé cuenta, ya no estoy ahí para él, estoy allí por él, para ver, para saber. Para teorizar sin tapujos ni contemplaciones. Para saber cómo una cama se hace grande y las almohadas se endurecen. Para ver que lo primero que toca en las mañanas es la computadora o el interruptor del televisor. La nevera vacía, el teléfono va a sonar. La ducha caliente y todo igual, todo inmóvil, desértico, sin nada familiar, con algo necesariamente ajeno.

ME QUEDÉ ESPERANDO

Aquí estoy, esperando que alguien abra la puerta que tengo delante y que se me resiste como si fuera mi personal muro de Troya.
Al menos si ahora vuelvo a intentarlo la solana no pegará tan fuerte y el blanco que rebota en los ojos ya no hará daño.
Qué día más horrible para quedarse esperando delante de una puerta cerrada. Y los ojos ya me hacen eso tan característico de quien espera: desviar la mirada hacia el punto donde todo tendrá su fin, hacia la entrada del potencial salvador que conseguirá sacarnos de nuestra espera.
Me siento extraña. He crecido muchos años en estos últimos meses. En las fotografías ya no aparezco como una promesa sino como un presente, como una mujer adulta que ha definido sus rasgos, que ha pintado sus sombras y concretado sus facciones, y con ellas se quedará. Para lo que venga. Para quien venga. Y que venga alguien. Ahora.
Necesito sentir fascinación y fascinar, necesito ver unos ojos clavados en mi figura. Quiero la pasión de las mañanas de sábanas blancas, de los días echados a perder. Quiero aplastar las horas con mi sonrisa, gemir sobre el cuerpo de otro y dejar que el teléfono suene porque nada mejor puede ocultar.

POR LA TARDE

Odette se sentó cerca de la ventana. Estaba lloviendo.
Con un nuevo suspiro volvió a descomponer la realidad desenfocando las gotas enganchadas en el cristal de la ventana. Una realidad sucia y aumentada.
La tarde se mojaba y con ella los pensamientos se humedecían con ese extraño humor que nos visita algunas tardes, ese invitado al que abrimos la puerta con temor, con la pasividad cobarde de cualquier resignación.
En un arrebato de ira, uno de esos que tenía cada cuatro años y que se volvían históricos; amenazó con tirar al perro por el balcón.
Lo tenía cogido con las dos manos y lo sostenía por fuera de la barandilla, sobre la nada.
Lo dijo una y otra vez.
Gritó. Y luego se oyó gritar al perro.
Lo había hecho.
¿Quieres que te escriba cosas bonitas?
Pues, cariño, no sé si tengo cosas bonitas para escribirte.
Veo cosas bonitas a diario. Sí, es verdad.
Están por todas partes esperando a que las veas, pero me ponen triste porque son tan bonitas que serán horribles cuando dejen de ser bonitas.
Esa es la sensación que tengo del mundo que hoy me rodea.
He llegado al veredicto que la inocencia te hace feliz, sin duda.
Paseo por la calle y tengo la sensación que la vida no es tan alegre y excitante como prometía. Las cosas en general se han vuelto del gris más medio y no tengo la impresión que nada nuevo o increíble me espere.
Todo ocurre lenta y previsiblemente. Todas las cosas que antes me parecían interesantes y misteriosas, hoy me parecen insignificantes y claras.
No hay diversión.
Las risas de los grupos de chicos y chicas de los anuncios no las veo por ningún sitio. Mis amigas se escurren en otras vidas más interesantes o que posiblemente sólo lo parecen.
No tengo variaciones.
No hay nada de lo que esperaba que hubiera y todavía me queda la esperanza que sea yo, que sea yo que no lo encuentro.
¿No es triste? Tener esa esperanza...

LAS CUATRO DE LA TARDE EN FEZ

Son las cuatro de la tarde en Fez.
Brilla el sol, los colores vuelan hacia nosotros, por todas partes la música hipnótica embauca a los turistas que se dejan impregnar por los olores de este pueblo.
Hay tanta belleza... y no sólo por Marruecos.
Él brilla con este sol, su piel está sudada como cuando hacemos el amor. Sus ojos están abiertos como nunca antes los he visto. En ninguna parte. En nadie.
Y yo, estoy aquí, en medio de todo esto, sin ver, sin mirar, sin sentir.
Te ansío.
¿Ansiarte? Ansiar es hacia dentro de uno mismo.

Sí.
Tenía que ser la primera palabra.
Siempre es la primera palabra. La primera de muchas,
la primera de muchos hechos.
Como el sí que encontró John Lennon en la exposición de Yoko Ono en la cima de la escalera. El sí de su mujer.
El sí de mis padres en el altar. El de mis abuelos.
El sí de la doctora anunciando su muerte.
Los sí que yo aún no he dado.
Los sí que sirven para decir no.

DESDE LA MESA DE MIS PADRES

Son los gritos del oxígeno consumiéndose.
No existe un momento de descanso en la ascensión.
¿Cómo puede algo tan bello ser tan breve?

MIEDOS

De repente me ha entrado miedo al descubrir por qué entiendo muchísimas cosas que tal vez de otra manera no hubiera comprendido.
Debo agradecerle a mis temores su fuerza reveladora, y cogida a ellos arrastrarme... más tarde caminar para llegar a trascenderlos sin olvidarlos.
Pienso en mí, de pequeña tumbada en la cama bajo la oscuridad y obsesionada con los sonidos del piso.
El reloj me deja atrás, y en esa suspensión del tiempo cae un muñeco sobre mis piernas entumecidas.
El arlequín, tenía que ser el arlequín.
No soy capaz de gritar; ni ahora ni más tarde, cuando un gesto perdido tira al suelo mi pequeña tabla de planchar.

ES INEXPLICABLE PERO DEBE EXPLICARSE

En más de una ocasión he querido hablarte de esto.
Explicártelo.
Pero nunca he tenido el valor necesario.
Siempre pensé que no sabría cómo afrontar tus posibles preguntas, tus inevitables miradas, tus funestos sentimientos y justos reproches.
Lo he imaginado una y otra vez, a todas horas, constantemente, mientras.
Mi pensamiento se elevaba y volvía a imaginarnos a los dos:
tu incontenible expresión... y yo, sin nada.
Y aún así, tengo recuerdos tristes de aquellos tiempos tan felices.

Y PASA

Llueve,
y las gotas caen con demencia gritando que el tiempo pasa,
y yo,
me mojo con la esperanza de impregnarme de él,
con el desesperanzado objetivo de estar un poco más.

FELICIDAD INSOPORTABLE

El día que tenga que recordar cómo te pedía saliva o no pueda encajar mi nariz en ese pequeño hueco al lado de la tuya, no sé qué voy a hacer.
No sé qué voy a hacer cuando no pueda mirarte con complicidad entre la multitud o no esté tu hombro para apoyarme mientras duermo.
No quiero levantar la cabeza por si pudiera ver el momento en que esto acaba.
No quiero caminar hacia delante porque no sé cuántos pasos me quedan todavía antes que se termine esta felicidad insoportable.

REPÍTELO MUCHAS VECES Y RÁPIDO

Caminando, un día me pregunté si el olvido de mi nombre había sido casual; o por el contrario respondía a un deseo oculto en mi inconsciente y que yo había castigado a permanecer allí.
El olvido de las miles de veces que me habían llamado y de lo que fue, en otros días, la palabra de mi desapercibida presencia.
Pienso que ahora, lo mejor es borrar mi parte que se empeña en recordar.

FUTURO A SOLAS

Ensayo mi ascenso sin mirar adelante, temerosa de lo que ha de haber.
Irresoluta espero con fe que el camino siga recto y que si hay curvas no me mientan.
Y si en algún momento pierdo el color de las mejillas y mis manos dejan de estar frías, si mi belleza una mañana se disipa y un día te das cuenta que no sé que decir, que te miro con los ojos cristalinos y mis labios están secos de palabras mal dichas… entonces lo mejor será que apartes tu vista de la mía,
y sin dejar que yo te oiga
te vayas por donde viniste.

UNA MESA LARGA

Histriónicas e irritantes.
El sonido chispeante de las copas, los cubiertos, los gritos, las frases sin dueño y sin respuesta.
Los silencios que pasan sin ser advertidos, sin ser respetados.
Las palabras deformadas por el vino,
los nombres que olvidamos y los invitados que no llamaron a la puerta.

CUANDO ME ACORDABA DE TI

Lloré hasta secarse mis lágrimas en la arena.
Desperdiciadas, hundiéndose en el suelo.
Traspasando los estratos de tiempos pasados, volviendo al mundo de recuerdos de donde habían salido.

EXIT

Como el muñequito blanco de la salida de emergencia que corre siempre hacia la puerta.
Así me siento yo.
Corriendo tras algo que se me escapa, tras algo que quizá no exista.

ESTÁBAMOS ASUSTADOS

Dame una sonrisa que no sea amarga y yo te daré la vida.
Mírame sin esconder lo que piensas y entonces yo sonreiré sin mentirte.
Y sólo una vez que yo sienta lo que no me quieres decir, bastará para que comprenda todo lo que me has dicho hasta ahora.

ÁRBOLES EN LA CARRETERA DE VIC

Los árboles, un tumulto incestuoso recortado por la niebla, están de luto.
Ha llegado el tiempo en que se los deja morir de hambre y luego se queman sus cadáveres.
Su llanto es ese extraño sonido que se oye por todas partes y nadie escucha. El viento pasando a través de las ramas desnudas, implorando al cielo un poco más de tiempo.
Tengo la ligera sospecha que sentir es una manera de pensar.

DE NUEVO

De nuevo se resume en una sensación ambigua, una mezcolanza de melancolía y nerviosismo infantil.
Lo que antes se pierde es el nerviosismo infantil, fruto de crecer con demasiadas ganas y poca precaución.
Y luego el desencanto.
Y la melancolía, hija de la conciencia de la existencia y de un pasado lejano y reciente.
Así todo se lo debemos a la conciencia, esa cualidad-estado que los hombres veneramos por habernos sacado de la animalidad.

LA EXHUBERANTE

Me importa poco su banalidad, si es que es real, porque no es la mía.
No tiene que serlo, yo disfruto al contemplarla como un ser que se exhibe ante mí, que explota y exhala de amor y sexo.
En su ingenuidad reside la maldad que otros ven,
y su inteligencia en la pureza de su comprensión.
No hay reglas, no hay nada establecido.
Y si lo había, ha desaparecido y ya ni me acuerdo.
Ella ha crecido sin nada que la contenga.

LA OBSERVATRIZ


Tenía de nuevo esa sensación que a veces le asolaba el estómago y poco a poco se expandía por todo el cuerpo. Un cosquilleo muerto que le hacía entornar los ojos en una expresión de tristeza inusitada.
Cuando adquiría esa postura nadie comprendía del todo qué pasaba por su cabeza. Seguramente tampoco les importaba tanto como para comprenderlo o simplemente intentarlo.
Para ellos era sólo esa niña extraña que hablaba de vez en cuando, a tiempos alegre, a tiempos con la boca medio cerrada; incomprensible.
Al final de la jornada se sentaba encima de la mesa, con las piernas balanceándose en el aire, contemplando las conversaciones de los demás, falta de una propia o cansina de todas.

LAS OBLIGACIONES DEL DESPISTADO

He caminado millones de pasos en todas las direcciones.
He subido,
he bajado.
He encontrado sin buscar.
Nunca quise ser Sísifo y sin embargo me condenaron a serlo. Allá donde miraba había cosas que mis ojos no dejaban ocultar; cosas con un pasado y un presente para ser sabidos.

EN LOS OJOS DE LA MENOR

Ojalá estos días no pasaran y nunca dejaras de mirarme con los ojos con los que ahora me miras. Algún día me romperé ante tu mirada y detrás no habrá nada de lo que tú has soñado. Pero no importa. Sólo estos días habrán valido la pena para toda la vida. Muchas veces lo he dicho: no tengo nada más allá de lo puramente prescindible. Y si me lo planteo de verdad, tan sólo me quedas tú y este sentimiento que me dice que tú y yo tenemos algo más que un vínculo de sangre que no se puede romper por la voluntad de ninguna de las dos.