Últimamente duermo
con hombres de sueños agitados. Ellos no se dan cuenta, pero forcejean con
monstruos durante la noche y yo los veo maniobrar contra lo invisible, contra
la noche en la que sólo estamos yo y sus recuerdos. Anónimos los unos para los
otros. A veces, si la pesadilla dura demasiado o es demasiado violenta les acaricio
la oreja para calmarlos y poco a poco van entrando de nuevo en breves tenebras
de tranquilidad. Ellos nunca se acuerdan por la mañana o fingen no saber qué
soñaban. Miro sin insistir en la verdad o la mentira, según la circunstancia, solamente
miro. No digo, últimamente tampoco digo, escucho, tengo mucho más que escuchar
que decir. Por la mañana nos borraremos sutilmente del recuerdo consciente de
ambos. Tal vez nos encontremos otro día en otra cama en otro sueño agitado.
domingo, 27 de mayo de 2012
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