Hay un gato
maullando desde hace varios días. No sé exactamente donde, su sonido me llega
desde la calle bajo todos los ruidos habituales. A pesar de estar oculto -
estoy segura de que nadie lo ve, nadie lo cuida, de que está sólo en un lugar
del que nadie se percata - me llega todo el sentir de sus maullidos. Es como un
cantante flamenco pero sin el abrazo del arte que hace que los errores de la existencia
se puedan mirar de frente. A este gato no se le podría mirar de frente sin
tener el instinto irreprimible de abrazarlo y consolarlo. Morirá. ¿Alguien más lo estará escuchando? O ¿Seré yo sola la interlocutora muda
de su desgracia?
miércoles, 13 de junio de 2012
lunes, 11 de junio de 2012
No quiero quedarme pero no quiero irme
Hablar con
gravedad. Dejar los espejos en el suelo. Oír las palabras de los demás. Recibir
los golpes en el pecho blando y adolorido de un dolor tan persistente que acabará
matándome a mí o a la idea de la vida que me dieron, que recibí, que poco a
poco se va quedando atrás para dejar delante de mí un camino en blanco que
espera que escriba sobre él. Pero yo no sé que escribir, qué planear para tanta
vida y tanta locura, yo quiero que el camino me tatué a mí palabras incomprensibles
pero sensibles sobre esta piel que nunca me abandona, que no permite que me
aparte de los sentimientos de los que a veces huyo con terror.
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