Caminando, un día me pregunté si el olvido de mi nombre había sido casual; o por el contrario respondía a un deseo oculto en mi inconsciente y que yo había castigado a permanecer allí.
El olvido de las miles de veces que me habían llamado y de lo que fue, en otros días, la palabra de mi desapercibida presencia.
Pienso que ahora, lo mejor es borrar mi parte que se empeña en recordar.
jueves, 10 de julio de 2008
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