viernes, 6 de enero de 2012

Reflexiones de hospital

Vicente estaba sentado junto a la ventana pero miraba fijamente hacia el suelo, no sé si estaba triste o simplemente no estaba. Cuando le dirigí un hola simpático no obtuve respuesta. Durante las horas que pasé en la habitación apenas nos dirigió una escasa mirada, si que iba para nosotros. Cuando escuchamos la estudiantina venir por el pasillo los tres nos sobresaltamos un poco, no lo esperábamos pero era de esperar; Día de Reyes en un hospital, estudiantina segura – debería decir un refrán. La enfermera vino y nos conminó a que saliéramos al pasillo, yo quise ayudar a mi tío, pero entre mi miedo a ofender su independencia y su terquedad, sólo pude acompañarlo. Vimos el espectáculo de la estudiantina – nosotros de pie desde el marco de la puerta y Vicente sentado en una silla a nuestro lado - algunas enfermeras bailaron animadas por el espectáculo bizarro de la música en ese pasillo de pijamas y zapatillas. Luego nosotros volvimos -no supe si Vicente quería seguir en su silla o entrar a la habitación- por suerte una enfermera se encargó de él, pero al levantarlo de la silla ¡zas! se le caen los pantalones al suelo; claro entre la sonda y la mano de Vicente, estuvieron así largos segundos mientras una segunda enfermera aparecía para hacer frente al problema un home cabal com vostè perdent els pantalons le dijo buenoooo… es lo único que le oí decir a Vicente, un bueno susurrado, resignado y sin esperanza. Yo pensé que el comentario de la enfermera era de lo más cruel ¿por qué recordarle su ego masculino a un hombre que lleva pañales, vive en pantalón de pijama perpetuamente y arrastra una sonda conectada a su uretra allá a donde va? ¿No es este el momento de acordarse de que todos somos simplemente personas, no egos, no géneros? Más tarde llegaron a visitarlo dos hombres encantadores de más o menos su edad ¿67? estuvieron largamente hablando con él, le ayudaron a comer y hasta me pareció ver que se animaba. Uno de ellos felicitándolo por la cantidad de comida ingerida le dice Molt bé, t’estàs portant com un home avui! Y frente a su propio eco se dice: bueno, és el que som, no? Reflexioné. No he oído semejantes frases dichas a una mujer enferma que ha perdido su dignidad para alimentar su ego o animarla. - te estás portando como una mujer, eh? – todo lo contrario, decirlo podría suponer una forma de degradar a alguien. Así de machista sigue siendo nuestra sociedad. Sin embargo, no es este un escrito sobre el género, o no lo es especialmente, es un escrito sobre Vicente, un señor de pelo blanco y ralo que ha dejado de mirar por la ventana para mirar al suelo indefinidamente, que no habla, que casi siempre parece que no entiende y que se va poco a poco de la esfera de los seres que todavía tenemos la suerte de comunicarnos. Se va poco a poco, porque dejar de comunicarse, es peor que dejar de ser macho, mucho peor señoras enfermeras. Perdónenme por castigar sus buenas intenciones.

miércoles, 4 de enero de 2012

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Hay días que se suben a las espaldas y esperan la noche como el único desahogo posible. Un dolor de hombros cuesta arriba, de todo se puede, todo pasará, lo que no mata engorda… y bueno ¿quién necesita tanto engorde? ¿para qué tanta valentía si cuesta tanto dolor? Las barreras invisibles son las más difíciles de saltar.