Me importa poco su banalidad, si es que es real, porque no es la mía.
No tiene que serlo, yo disfruto al contemplarla como un ser que se exhibe ante mí, que explota y exhala de amor y sexo.
En su ingenuidad reside la maldad que otros ven,
y su inteligencia en la pureza de su comprensión.
No hay reglas, no hay nada establecido.
Y si lo había, ha desaparecido y ya ni me acuerdo.
Ella ha crecido sin nada que la contenga.
jueves, 10 de julio de 2008
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