viernes, 5 de febrero de 2010

La mujer de enfrente

Una mujer llora en la mesa de enfrente y el camarero parlanchín no me deja escuchar sus pensamientos.
Podría escuchar los pensamientos de esa mujer cuando habla. En cambio, la rubia de la mesa de al lado no se inmuta.
La mujer de vez en cuando me mira, será porque yo también la miro. La gente piensa que llorar es fácil, yo no estoy de acuerdo. La tristeza seca es la peor de las tristezas, está muy extendida y nadie puede escucharla.
La mujer tiene un interlocutor, es una espalda negra que se mueve incómoda ante las lágrimas de ella.
Un día u otro todos lloramos, o al menos los afortunados.
No hay que tener miedo de las lágrimas.