jueves, 16 de julio de 2009

mente microscópica

He matado algo tan insignificante que ni siquiera estoy segura de haberlo hecho. Era un diminuto punto que se movía y sin pensarlo lo he aplastado con la yema del dedo, con una infinitesimal parte de mi cuerpo. Y ha dejado de moverse. Entonces lo he contemplado, si se puede contemplar algo tan pequeño, mejor, lo he observado en la medida en que mis ojos pueden ver microscópicamente, y ya no se movía. Era tan reducido que he tenido dudas de mi ¿Será que realmente se movía o mi imaginación me estará jugando una mala alucinación? ¿Puede estar vivo algo tan pequeño? Puedo pensar en la “idea” de organismos microscópicos, pero no puedo ver organismos casi microscópicos y no extrañarme ante la idea de que estén vivos. La mente es compleja imaginando y simple descubriendo.

martes, 14 de julio de 2009

sabios momentáneos

Es en la muerte cuando uno más da. Quiero decir que es cuando alguien que amamos se nos muere cuando más concesiones le damos a esa persona. Si ocultabas el apellido de tu padre tras una inicial, será en el día de su entierro en que cambiarás eso y le darás aquella satisfacción que tanto anhelaba, se la darás a cambio de nada. Por eso digo que la muerte de los seres amados nos convierte en dadivosos por un corto período de tiempo. Damos a cambio de nada, concedemos cosas íntimas y secretas siempre en actos invisibles. Somos de verdad personas que pueden dar. Un extraño valor interior nos convierte en otros, en nuestros mejores yos, y nos hace sabios. El contacto cercano con la muerte también nos hace sabios, sabemos más de la vida, sabemos más de lo que jamás alcanzará a saber el que se ha ido y lo notamos, esa sensación de permanencia contemplando la partida nos llena de perspectiva, y entonces nos damos cuenta que dar solo puede ser un acto aislado, dar solo es dar cuando no se obtiene nada a cambio. Nos erigimos en actos desconocidos y damos, ese dar, es nuestro monumento póstumo a la persona amada.