miércoles, 11 de febrero de 2009

Tormenta eléctrica

Aquí estoy yo, vestida de plata y oro, engalanada hasta arriba, plantada delante de ti como una farola con sobrecarga que chispea y gime. Como una farola que hoy quisiera ser bengala de auxilio en el mar, así resaltaría en mitad del vacío oscuro y podrías y deberías verme. ¡Cómo me aprieta este vestido! Y de ti solo siento ese repudio incomprensible, igual que entonces con Kilian, las cosas cambian de la noche a la mañana, sin previo aviso. Después de eso, sé más. Después de ese profundo dolor si esta vez llego al Sí, no me desmayaré. Tal vez en el ahora, en el repudio incomprensible pueda irme. ¿Se diluirán los días en los años, en el tiempo?

No estoy realmente aquí

Estiró el brazo y su axila quedó a la altura de la cara. De seguida el olor dulzón de su sudor impregnado en la rebeca. Era agradable. Suspiró profundamente tranquilizándose y llenándose de ella misma. Pensó que a lo mejor ese gran suspiro lo podía haber desconcertado a él – si pensara en ella, en su presencia -. ¿Cuánto tiempo llevaba tumbada en la cama? El hermoso vestido se había arrugado y las medias se le clavaban en la barriga haciendo complicada la digestión de la rápida y silenciosa cena de esa noche. Apenas le había visto la cara mientras comían. Él se puso a espaldas de ella y aunque estaba juntos y muy cerca ella tuvo la sensación de estar comiendo sola. ¿Por qué lo habría hecho? Como siempre ella había fingido una feliz indiferencia, había observado la parrilla de la carne, los cocineros trabajando, la gente comiendo, el queso hirviendo en mitad de las llamas. Como si nada le estuviera sucediendo por dentro y fuera absoluta y totalmente feliz. Él estaba tirado en el sofá y desde su posición podía verle los pies; de vez en cuando se rozaban entre ellos y entrelazaba sus dedos, jugaba. Con su dedo imitó el movimiento de los pies rozándose los labios y los dientes. Podría levantarme, podría irme. Justo en el momento que pensaba eso, la cabeza de él apareció sonriente al otro lado de la pared, ella le respondió, como siempre que estaba mal, con una sonrisa, fingiendo que todo estaba perfectamente bien.