martes, 14 de abril de 2009

las cosas no son siempre lo que parecen

Una cree que hay cosas verdaderas hasta que se da cuenta que ni una misma es verdadera. ¿Cómo sostener algo cuando yo no tengo fundamento? Me he pasado un buen rato inmóvil viendo el picaporte de la puerta. Eso es todo lo que me ha quedado de ti: una puerta cerrada. Yo no quería. O tal vez sí. Si al menos me creyeras cuando te digo que no sé que me sucede… pero al decírtelo te has marchado como un cobarde aparentando ser un valiente: “eres la mujer que más he amado” me has dicho. No podías decir algo menos incongruente. No es esa la reacción de alguien que nunca me ha querido bien. Te he dicho que no te fueras y sin embargo has fingido ser un samurai y creyendo que adivinabas el futuro: “si me quedo contigo solo me quedaría ver como te vas con otro” te has marchado sin darnos el tiempo que nos merecemos. Luego has vuelto, enfurecido, me has sacado del sueño con un látigo y me has empujado a la cama varias veces cuando todavía no podía ni abrir los ojos dañados por la luz repentina. No he tenido miedo porque todavía estaba entumecida por el sueño. Una y otra vez has inquirido la verdad, me has atosigado esperando que llorara, lo que no sabías era que lo que ibas a destapar era mucho peor de lo que pudiste imaginar. Una vez destapado te ha dado miedo. Perdóname, no quería lastimarte , te has disculpado abrumado por mi estado, Sí, sí querías. ¿Y sabes lo peor de todo? Que la única forma que tienes de lastimarme es hacerme mirar en este agujero negro que tengo dentro.