jueves, 10 de julio de 2008

19

Aquí estoy, carne de mosquito rostizada por el sol. El plato del buen turista, ese que nunca pasa de moda, que podría ser la eterna canción del verano.
Sentada en la fatal y adictiva posición de reposo, en la terraza que da a las vistas de las playas de este lugar, y que está delante de la puerta que esconde el secreto que me ha traído hasta aquí: 19.
Poco viento y mucho sudor en mi cara quemada.
Me siento dentro de un cuadro colorido y pausado, casi detenido, me siento como en una película de Bertolucci.
Es ya casi la hora vespertina, el hambre está despierta y aleja el miedo de las noches sinceras.
En la noche pasearemos de vuelta a la temporal guarida; a la habitación de hotel que no tiene ninguna culpa, pero se las quedará todas cuando nos vayamos.
Una vez de vuelta aquí, allí (casi puedo presumir de ambos tiempos). Tocarnos va a desvelar en lo que se han convertido nuestros sentimientos; tu mano descubrirá mi sequía emocional y mi boca paliará el sonido monstruoso de tus lágrimas bajando.

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