Les he visto subir por las ramblas con una jaula en la mano y el pájaro dentro.
Eran felices.
Habían comprado una vida y eran felices.
Seguramente un regalo de cumpleaños.
Regalar una vida. Una porción de libertad.
Seguramente creían que el pájaro también era feliz. Que estaba contento. Incluso, curiosamente lo parecía, tenía júbilo.
Cómo mentimos, desde la más tierna infancia.
jueves, 10 de julio de 2008
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