lunes, 9 de marzo de 2009

Postales de Barcelona

Desesperanzadados, todos hastiados. Me da más miedo una persona sin esperanzas encerrada en el metro que cualquier calle del DF. Un hombre pasa muy cerca de mi, huele a alcohol, lleva gafas de sol y un dedo vendado. Aquí todos están drogados – pienso. Freaks de ciudad. Decenas en dos días. Un tipo se sienta delante de mi, tiene tics en la cara, cierra los ojos insistentemente y hace muecas extrañas con la boca, lleva varias bolsas de plástico llenas de papeles. Saca una revista maltratada de una de ellas, parece que las recoge de la basura. Es una Interviú atrasada, la abre por la página de los desnudos y entonces sus muecas se empiezan a descontrolar, su cara es un cuadro futurista, lleno de líneas de movimiento y figuras feas. La noche anterior un chico se sentó a nuestro lado en la parada de autobús. Estaba tan pasoneado que si se levantaba tropezaba con quien estuviera delante. Así lo hizo un par de veces, luego pedía perdón y se volvía a sentar, se ponía el dedo índice delante de la nariz y dormitaba, Come stae Gigi? ¬le preguntó Alice, Sono, sono le respondió él. Nosotras nos fuimos y especulamos sobre donde dormiría Gigi esa noche. En la estación un hombre joven duerme en un banco metálico, no está sucio, desde aquí puedo ver sus inmaculados calcetines blancos, duerme tan profundamente que ronca. Detrás suyo unas estudiantes Erasmus hablan y ríen, colocan su pelo y ajustan sus ropas insistentemente, brillan. Un retardado mental me da un susto poniéndose delante de mi abruptamente ¿Qué hora es? Me pregunta. No tengo reloj, pero enseguida me doy cuenta de que no es eso lo que quiere. Se va. Y yo me quedo. Miro y me aterro de todo.