Son las cuatro de la tarde en Fez.
Brilla el sol, los colores vuelan hacia nosotros, por todas partes la música hipnótica embauca a los turistas que se dejan impregnar por los olores de este pueblo.
Hay tanta belleza... y no sólo por Marruecos.
Él brilla con este sol, su piel está sudada como cuando hacemos el amor. Sus ojos están abiertos como nunca antes los he visto. En ninguna parte. En nadie.
Y yo, estoy aquí, en medio de todo esto, sin ver, sin mirar, sin sentir.
jueves, 10 de julio de 2008
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