Estoy sentada en la mesa desde donde un día te escribí. En aquella ocasión te hablé de mis emociones al volver a esta ciudad que me ha visto crecer. En aquellos días creía (creíamos) en un futuro común. Lo creía aunque por esas fechas ya sabía que nuestro futuro nunca llegaría a ser. Qué extraño… Lo sabía pero lo seguía creyendo, con toda mi ilusión, pero nunca pude engañarme.
Y este escrito, desde esta mesa, iluminado por el atardecer naranja y escrito por mi boli de punta torcida pero sincera, es la prueba.
Ahora miro por la ventana que deja que mi vista llegue hasta la plaza donde la gente pasea su tiempo por esta tarde dorada; y temo y deseo verte pasar. Da igual si tú no me ves. Sólo quiero verte pasar y adivinar (con una sola mirada lo sabré) cómo estás. ¿Cómo estás?
jueves, 10 de julio de 2008
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