lunes, 29 de septiembre de 2008

salado pero dulce

Quería comer salado pero terminé comiéndome dos plátanos y un bowl de cereales. Cuando llegué a casa estaba tan nerviosa que no paraba de dar vueltas por el salón y la cocina. En algún momento mi cerebro debió centrifugarse y me confundí. Dos plátanos y un bowl de cereales, a pesar de que quería comer salado. Si pudiera suspiraría con profundidad y lloraría sobre el hombro de mi madre: ya estoy harta! – le diría. ¿De qué estás harta tú, que haces lo que quieres? – me contestaría. De no tener todo lo que quiero. ¿Todo? Bueno, la felicidad. Y dejaría que me acariciara el pelo mientras lloro a moco tendido. Pero el hombro de mi madre está cruzando el Atlántico y yo hace tiempo que no consigo llorar. Escribir esto debe ser una especie de sucedáneo. A veces pienso que la felicidad consiste en sacarle provecho a cada momento, no me refiero al Carpe diem sino a algo más duradero que el placer momentáneo. Que el provecho que saquemos a esos momentos sea para nuestra pequeña eternidad. El problema es que yo a veces me atraganto con la realidad, sobretodo cuando está sola.