jueves, 10 de julio de 2008

NUNCA TE VAS DEL TODO

Esa mañana se despertó porque algo la estaba molestando.
Bajo su montón desordenado de sábanas y mantas sentía que había algo extraño en su pie. Aún en letargo arrulló sus dos pies hacia arriba para acercarlos a las manos.
Estaba enrollado en el dedo gordo de su pie derecho. Un poco más despierta apartó la montaña de ropa para descubrir sus pies. Alzó el derecho y no tardó ni un segundo en reconocerlo: un cabello de unos 50 cms, asustado, castaño de brillo rojizo, estaba enrollado en su dedo gordo; con su cola colgando en el vacío, más vacío que nunca, de su habitación.
Primero, una sonrisa amable; luego, una petrificación marmórea. Qué injusto despertarse así. Hacía ya tres días que no sabía nada de él y ahora sus recuerdos venían para enroscarse en su memoria.
Se quitó el pelo y lo tiró al suelo. Devolvió sus pies al calor del subsuelo de algodón. Y ya no pudo dormir más.

No hay comentarios: