A medida que nos acercamos a las
generaciones venideras esa sensación de identidad ambigua, de colectivo borroso
e indefinido empieza a despejarse. Hay ahí personas que cobran individualidad.
De pronto me parece curioso como antes íbamos por la calle con visión de tubo,
un tubo por el que sólo pasaban las personas de nuestra generación o bien de
una generación anterior, ya vivida. El resto eran extras, como decía una
conocida. Vivimos una vida donde a medida que crecemos los extras se van
convirtiendo en personajes secundarios y luego en compañeros de reparto. La edad es muy egoísta, o tal vez sólo sea un
mecanismo del instinto para centrarnos nuestra edad biológica. La verdad es que
entonces conozco algunos que sólo deben ver niños de cinco años por la calle.
Como en esos anuncios en los que visten a niños de adultos para crear una
contradicción visual. Sí eso es, algunos viven en una contradicción mental.
Mientras, los que afortunada o desafortunadamente vamos pasando de una
generación a otra, los que simplemente nos dejamos guiar por la edad de nuestro
cuerpo empezamos a reconocer en esos que antes eran otros, que antes eran
borrosos, a unos iguales. Cuando cae el blur es una clara señal de que estamos
entrando por la siguiente puerta.
jueves, 17 de abril de 2014
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