Mi madre no nos enseñó a doblar las sábanas juntas. Ella se desesperaba con nuestra torpeza primeriza y nos decía: "mirad", y había que quedarse mirando como ella sola era capaz de doblar cualquier sábana.
Creo que la lección que consiguió marcarme a fuego no fue como doblar una sábana sin ayuda, sino, un obsesivo "yo puedo" que se ha convertido en la directriz de mi vida.
Antes un sábana arrugada que pedir ayuda.
martes, 17 de julio de 2012
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