viernes, 12 de junio de 2009
Una reflexión con muchos interrogantes
Estaba pensando que tal vez pudiera ir a comprarme un objeto extravagante y después dejarme morir en una esquina cualquiera. ¿Qué estupidez, verdad? ¿Por qué será que a veces nuestra mente genera estos pensamientos tan aparentemente ilógicos y aislados? ¿Sacaría algo en limpio si me dispusiera a analizarlos? ¿Algo como una respuesta, una característica, una espejo donde pudiera reflejarse el yo que siempre me es vetado ver? Pensemos: Un objeto extravagante… extravagante porque no debería pertenecer a mi realidad cercana y cotidiana, esa que ejecuto bajo las normas de aparente normalidad. En mi pensamiento ese objeto extravagante son dos en realidad; me veo con un vestido de alta costura, uno de esos maravillosos que cuestan más de lo que yo podré jamás reunir, me siento en el suelo y lo ensucio, lo ensucio porque es extravagante, carece de sentido para mí. En la mano llevo un termo Starbucks. Últimamente he estado pensando en comprarme uno, produzco demasiado residuo plástico con mis botellas de agua, considero que debo tomar la responsabilidad de comprarme un termo y llenarlo de agua cada día. ¿Habré pensado en los de Starbucks? Probablemente, siempre que entro en esa tienda me dan ganas de comprar más cosas que un café. Entonces ¿por qué será para mi esto un objeto extravagante?¿Son las cosas “extravagantes” extraordinarias? ¿Serán las cosas extraordinarias aspiracionales? Puede ser, si no lo tengo es extra-ordinario para mi reducido mundo, si no lo tengo lo quiero. ¿Es esto algo inevitable? Una vez que consigo esos dos objetos extra-vagantes me dejo morir en una esquina. ¿Por qué? Pienso aquí dos cosas; o bien he hecho el esfuerzo extraordinario de conseguir esas dos cosas extravagantes y con ello he llegado al fin último de mi existencia, por lo cual, ahora ya no queda más que morir; o bien, poseer esas dos cosas extravagantes y extraordinarias me han sacado de mi realidad y por lo tanto debo morir en una esquina impersonal al no tener una realidad donde existir. En cualquiera de los dos casos, los objetos extraordinarios y extravagantes suponen la muerte. ¿Dónde me lleva todo esto? ¿Dónde está el espejo en el que pueda por fin observar el yo? ¿Soy yo esa misma que se deja morir en una esquina? ¿Es esa imagen el espejo? Una mujer para la que abandonar su realidad es una forma de suicidio. Eso es lo que dice el espejo. ¿Estamos de acuerdo?
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