jueves, 26 de marzo de 2009

Me duele la cabeza


El despertador no me sonó pero yo me levanté porque el dolor recorría mi cabeza y bajaba hasta el inicio de mis hombros. No comprendía nada. Me levanté algo atontada y me di cuenta de que mis mandíbulas se habían encajado la una con la otra, mi protección se había pegado a mis dientes como un plástico que se quema sobre una superficie rugosa. La despegué y me puse a hacerme de comer pensando que eso ayudaría a que mi cuerpo despertara y el dolor se fuera. Pero a medida que comía sentí que la cabeza me traicionaba, luego me di cuenta que no podía enfocar la vista, primero miré el cielo extraño del día de hoy, una nube recta de color cenizo sobre un cielo claro, casi sin color. Los bordes se difuminaban tal vez sea la lejanía, encendí el ordenador y busqué El País, no, no era la lejanía, era mi vista, no sabía porque pero no podía enfocar. Comprendí entonces lo que estaba sucediendo: la visita de una migraña. Hacía tiempo que no me pasaba, recuerdo perfectamente la vez anterior, es difícil olvidarlas. Supe otra vez que el Chamán tenía razón, cuando mi corazón explota mi cabeza duele y no puedo ver. Corrí hacia mi pequeño neceser-botiquín y busqué desesperadamente algo que pudiera abortarla antes de que se adueñara de mi. No tenía mucho, pero la combinación de un aspirina e ibuprofeno no podía ser mala. Así que tomé el cóctel y me tumbé en la cama, me tapé con el edredón esperando que eso aliviara mis ganas de oscuridad e intenté de olvidarme de los gritos de los niños de la escuela que hay al lado de casa de mi amiga Sofía. Traté de dormir durante una hora y lo conseguí solo al final, unos 30 minutos seguramente. Me volví a levantar agradeciéndole a la vida que nos diera segundas oportunidades y pensando que yo ya estaba harta de que me pasarán por encima, esta vez voy a agarrarme a la oportunidad y no dejarla escapar nunca más, cueste lo que cueste.

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