sábado, 25 de octubre de 2008

llueven mangos

Una pide mangos y le llueven mangos – me dice Alice por mail. Tal vez tenga toda la razón, pedimos cosas a manos llenas pensando que el destino es incorruptible y que nunca obtendremos lo que pedimos. Esa suposición de imposibilidad nos hace libres del miedo, no creemos que nos den lo que anhelamos, pero tampoco las consecuencias que esos deseos podrían traer. Y resulta que un día te levantas por la mañana y los mangos que habías encargado tres años atrás están bellísima y perfectamente empacados en la puerta de tu casa con una nota de entrega: Para Liliana. Los mangos.
Zas. Los mangos, caray. ¿Y ahora que hago yo con los mangos? Es un chiste del destino. ¿Qué pasará con los anhelos de la semana pasada? - me pregunto.
Resulta un hecho muy curioso de todo esto: descubrimos que hay sentimientos verdaderos dentro de nosotros. Ajá. ¿O no hemos pensado todos, después de cierto tiempo, que nuestros sentimientos hacia alguien habían sido una mera ilusión, un espejismo? Pues resulta que dentro de todos esos sentimientos que pasamos a la maleta de viaje, hay algunos que fueron ciertos, tan ciertos que cuesta creer que los podamos dominar. Parecen entes autónomos con derecho a existir. Y aunque pongamos muchas oposiciones, miedos, experiencia y lógica sobre ellos, estos florecen sin reparos, alimentados por esos mangos que creímos que nunca iban a aparecer. Tres años después esos sentimientos vuelven a aparecer como lo hicieron la primera vez, y entonces no me queda más que admitirlos y aceptarlos, comerse los mangos a manos llenas, como quería. ¿Qué resultará de todo esto? No lo puedo responder. No puedo saber. Tal vez esté en este instante pidiendo cosas que lleguen en unos años para cambiar mi vida de nuevo.

2 comentarios:

R Chellet dijo...

¿Todo lo que vivimos, aquello que sentimos, dónde está?

R Chellet dijo...

Será que los sentimientos son como los aromas, reales, mas inasibles.